(Décimas) Saludo primeramente pa' darles la bienvenida desde mi tierra sufrida de arcángeles y demonios. Con guitarra, con armonio, vine cantando al detalle. La memoria no me falle pa' denunciar al tirano. Crimen, invierno y verano, cometen los criminales De Arica a la Patagonia, de la cordillera al mar, de soldado a capitán, dominan por el terror. Yo me pregunto, Señor, ¿hasta cuándo va a durar este infierno terrenal con que nos castiga el cielo? Los tormentos de mi pueblo son muy duros de aguantar. Ya se han cumplido trece años de sufrimientos mayores. Muchos han sido los temores por eso es justo y humano, si te han cortado las manos y herido los corazones por las que busco razones a tanta ciega violencia, que me lo explique la ciencia, los sabios y los doctores. Todo lo que no hizo Dios el hombre se lo ha inventa'o, máquinas, libros, sembra'o, las envidias y el nilón. Lo digo y con emoción, en mi tierra ya existía la amistad y la armonía entre pensantes distintos. Bastaba un buen vino tinto pa' hablar de filosofía. Maldita la primavera del año setenta y tres, todo resultó al revés, los buenos eran los malos, los gigantes eran enanos, y el delincuente era juez, el perfume era hediondez del corazón militar que se pone a disparar contra todo lo que ve. De tanto escuchar mentiras me las terminé creyendo: El comandante ejerciendo es demócrata proba'o. Que ellos no prueban boca'os de cocinas partidarias, ¡qué frase más lapidaria! pa' enterrar a más de alguno qué pasen uno por uno y me lleven la contraria. Pero el presente nos llama sin olvidar el pasado. Siguen cargados los dados en contra de los humildes. Como decía Matilde, basta de penas y quejas, y que salgan las parejas al baile de la unidad, curas, mineros, dentistas, cueca de la libertad. Ya lo decía mi padre el año cuarenta y seis: "Éste no es vaca, es un buey", tiranillo que hace escuela jugándose a la rayuela, los principios y la ley. Dirigió campos de muerte en el norte y en Pisagua, hombres, mujeres y guaguas tienen que aceptar su ley. Levantarse en la mañana sin esperanza ninguna, con una tremenda hambruna, mis hermanos son testigos. Escúchenme, mis amigos y díganlo por el mundo por palitroques inmundos, gobernantes del terror. Mi patria está encarcelada entre el hambre y el dolor. Le sopló una vendepatria, son los valores que tienen. Se me palpitan las sienes de rabia por lo que han hecho. Señores, si no hay derecho, tres patriotas degollados, dos pichoncitos quemados, en lo mejor de la vida. Chile es una abierta herida, un país dinamitado. Entonces tiene experiencia este milico cabrón. Roba el oro y el carbón que le pertenece al pueblo. Desde Arica al Río Negro, muertos, desaparecidos, me voy quedando vacío ¡qué balance criminal! Seguro que ni al infierno lo van a dejar entrar, no. Con un millón de exiliados repartidos por el mundo. María, Juana, Facundo, Carmen, Luisa, Margarita, todas estas flores bonitas ya no tienen su jardín. No tendrán dónde elegir para el descanso final hasta que muera el chacal que ensangrentó mi país. No quisiera despedirme sin denunciar al cómplice que tiene preso al Ulises y a tantos hermanos míos. Las derechas, señor mío, el oligarca, el banquero, los ministros bucaneros, están todos contaminados. Tendrán que andar con cuidado en los años venideros. Porque el pueblo se arrejunta de a poco, pero seguro ya comienza a estar maduro el fruto tan esperado. Un estudiante, un empleado, un cesante, una señora saben que en la misma hora en que se encuentran sus ojos miles de pañuelos blancos se van convirtiendo en rojos.