Un buen día decidiste caminar junto a tu pueblo, conocerlo y respetarlo, y representarlo entero. En cuántos años de lucha, de consecuencia y desvelo recorriste palmo a palmo desde Arica hasta el Estrecho. Siempre quisieron quebrarte con calumnias y atropellos, y tú caminabas firme junto a las filas del pueblo. El año setenta justo sacaste un blanco pañuelo que iluminó nuestra patria, fue en la Alameda, recuerdo. Entregaste a la mujer, al niño, al trabajador, un ancho y largo camino por un mañana mejor. Pero ya desde las sombras se ocultaba el asesino: te querían de rodillas y no con el talle erguido. El once muy de mañana sabiendo lo que pasaba fuiste el primero en la lucha con corazón y metralla. Déjame hacerte un poema, bienamado Salvador, déjame gritar tu nombre desde el Cuzco hasta Bankog. La historia no se detiene ni con represión ni muerte; son tus últimas palabras, compañero presidente.