(A Miguel Enríquez Espinosa, secretario general del MIR.) Miguel Enríquez, tu nombre tiene la fuerza de un río que baja de la montaña a regar nuestros caminos. Miguel Enríquez, tus ojos nos miran desde el futuro, voz de metralla tu canto, canto de ideales puros. Miguel Enríquez, tu mano no tembló ante el enemigo, seiscientos necesitaron para dejarte tendido. Miguel Enríquez, tu pueblo tiene un nudo en la garganta, te llora fusil en mano con tu muerte se agiganta. Quiero escribir una carta con letras de oro que diga: Miguel Enríquez no ha muerto, a Chile entregó su vida.