La lluvia me sorprendió en el parque forestal pensando si la llamaba, si me iría a recordarlo. Me cobijo en la cabina a fumar un cigarrillo y la recuerdo sentada, bata azul como vestido. Le retiro de sus manos "Cien años de soledad", un hombro queda desnudo le beso y huele a rosal. La bata de seda china me deja ver en el pecho, botoncito oscuro y tierno que me sonríe discreto. Dice que ama a John Lennon, a Neruda y a Gardel, se oye claro e insinuante, al bajarme el cierre-eclair. La misma mano que busca a quien le doy de beber me ofrece a toda lujuria la selva de esta mujer. Por laberintos me guía la dueña de esta mansión, se detiene en la rodilla y me propone ascensión. Abriendo sin más espera el portal de sus riquezas, entre mis piernas un niño se despierta a la belleza. Me vuelvo a ver cabalgando en pelo a más no poder fumando en esta cabina, y no deja de llover. Con la lluvia se borraron los números del placer, empapado hasta los huesos, olvidando a esta mujer, y no deja de llover.