-¿cómo estás? La noche no te hizo mejor que a mí... no estás para hablar, no estás para un día más, no estás para pedalear, ni siquiera imaginar. -yo estoy bien, anoche tomé un poquitito más de lo que suelo hacer, pero es que amaneció y en el cielo sus ojos vi, apuntando directo a mí. caminando entre nubes voy por veredas de algodón. ciego y redondo estoy el día no me avisó. me pasé, la gente miraba sin entender me decían: vos no estás bien... es que no tengo reloj, ni monedas para volver... y ni siquiera sé donde estoy! el sol cayó y yo que seguía tirado ahí sin poder encontrar al par de ojos negros en cielo gris de ese ángel que al sonreír, no hay tristeza cerca de mí.