Gimió el viejo tristemente Acariciando a la nena Que en sus labios casi secos Corcoveo una maldición Primo sus rubosas manos Y encadenando sus penas A su nieta pobrecita La besó con devoción Y la sentó en sus rodillas Y acariciando sus pelos Desató roncas palabras Que dictaba el corazón El favor le dijo bueno Que enceguecieron los celos Y en la vida de la ingrata De cobrar a la traición