Guárdame la noche por tu vientre y la luna en el costado y tu lengua que no miente, y el sabor dulce de la locura de la hembra más desnuda, de la dama más ardiente. Guárdame el licor azul del alba y el balcón de los suspiros por la seda de tu espalda, para volver sin respiro ya tu boca por mi cuello y mi mano por tu falda. Guárdame el rincón de los aromas y el diván de los ensueños y los baños de azahar y los juegos del espejo y tu pecho y tu lunar y tu corazón sin dueño. Guárdame el jardín de mediodía, la hora cálida del vino, la penumbra de la siesta entre tu risa y mis ganas, y tus besos y tu cama y tus sábanas de fiesta. Guárdame las cartas de mi suerte, el desorden de los días, tu lance de amor a muerte y la lágrima que me diría: si no me mata tu amor, me matará no tenerte. Guárdame tus pasos por mi vida y la tarde en la mirada y toda la mar detrás y el poniente en la cintura; si pude quererte más, guárdame también la duda.