Alguien ya contó los días. Alguien ya sabe la hora. Alguien para Quien no hay ni premuras ni demora. Albornoz pasa silbando una milonga entrerriana; bajo el ala del chambergo sus ojos ven la mañana. La mañana de este día del ochocientos noventa; en el bajo del Retiro ya le han perdido la cuenta de amores y de trucadas hasta el alba y de entreveros a fierro con los sargentos, con propios y forasteros. Se la tienen bien jurada más de un taura y más de un pillo; en una esquina del sur lo está esperando un cuchillo. No un cuchillo sino tres antes de clarear el día, se le vinieron encima y el hombre se defendía. Un acero entró en el pecho, ni se le movió la cara; Alejo Albornoz murió como si no le importara. Pienso que le gustaría saber que hoy anda su historia en una milonga. El tiempo es olvido y es memoria.