La noche sobre el rostro El frío mordiendo los huesos Que tragedia, la soledad Que se agranda con el silencio Maldición eterna del arriero Conocerle los colores al viento Cimbrando la espalda al paso Tiñendo de sangre al invierno Resonando en la piel del aire Agoniza un suspiro helado Mientras se confunde un silbo Entre los resuellos del ganado Es el campo un silencio verde Tendido abajito de una Luna blanca Susurrando con su aliento largo Al trashumante que siembra distancia Entre los cerros van las sombras Y es solo la vida que anda Cada estrella está sola a su modo Y en el río moja su esperanza El arriero no muere de amores Muere de andar su muerte Va moliendo su pena al viento Hasta que la tierra reclame su suerte