Don Peñaloza nació en la Rioja. Desde mocito, con su lanza, iba a pelear. ¡Chacho, laralay lara! La montonera, arisca y brava, lo hizo caudillo aguerrido y montaraz. ¡Chacho, laralay, lara! Tenía el Chacho ojos azules y una mujer que al lado de él peleó a la par. Grito de sangre: su brazo alzado fue el lema de la rebeldía nacional. La plaza de Olta vio su cabeza enarbolada en una pica militar. ¡Chacho, laralay lara! Y lo enterraron, ya sin cuidado, junto a su estrella en aquel cielo pedregal. ¡Chacho, laralay, lara! Dicen en Huaco que se aparece ensangrentado en el camino de Lealtad. Quienes le han muerto nunca entendieron que su presencia en el gauchaje era inmortal.