Con sus ropitas viejas, curtido por el sol, La vida lo ha tratado con todo su rigor. Siempre en la misma esquina, voceando su pregón: ¡señor, aquí se lustra mejor que en el salón! Conozco su historia y sé de su valor; Que cierto día el padre no regresó al hogar Y que él, sin decir nada, se hizo aquel cajón, Y que en su casa nunca les ha faltado el pan. ¡señor, aquí se lustra! ¡se lustra, señor!... Buscando una esperanza, La vida así se amasa De penas y dolor. Y así todos los días, Aunque nos queme el sol, O el frío del invierno Nos hiele el corazón. Y una mañana de ésas, el viento de arrabal Dejó un silencio extraño, allí, junto al umbral; Y ya hace varios días no se oye su pregón: ¡señor, aquí se lustra mejor que en el salón! Ayer fuimos a verlo, son cosas de contar... Nos mira, se incorpora y así se pone a hablar: Mamita, andá prontito; traeme mi cajón, Que aquí, señor, se lustra mejor que en el salón... Y así, como esta historia que acabo de contar, Así se amasa el alma humilde de arrabal.