Vivían en Norteña, una ciudad costera donde la mar era gris y la lluvia eterna. Ella pasaba frío apenas la noche llegaba. Con una manta a cuadros él la arropaba. Prometieron quererse mientras el frío existiera. Él la llamaba Ana La Friolera. Tuvieron un riña y él la dejó marchar. Supo que no volvería; no vuelve la ola al mar. Ella pudo llevarse todo lo que tenía pero dejó olvidado el frío que sentía. Ahora, bajo la manta a cuadros, él trata de coger el sueño. Desde que ella se marchó allí siempre es invierno. Y la buscó sin descanso desde San Pedro a Las Mestas. Teme morir congelado una noche de estas. La gente me llama insensato, yo aún doy mi vida entera por sólo una noche con la chica friolera.