Dicen, buen pedro, que de mí murmuras Porque tras mis orejas el cabello En crespas ondas su caudal levanta. ¡diles, bribón, que mientras tú en festines, En rubios caldos y en fragantes pomas, Entre mancebas del astuto norte, De tus esclavos el sudor sangriento Torcido en oro descuidado bebes, Pensativo, febril, pálido, grave, Mi pan rebano en solitaria mesa Pidiendo ¡oh triste! al aire sordo modo De libertar de su infortunio al siervo Y de tu infamia a ti! Y en estos lances, Suéleme, pedro, en la apretada bolsa Faltar la monedilla que reclama, Con sus húmedas manos el barbero.