No hay amaneceres, ni sombra, ni viento Solo un silencio, un eterno momento Bruma dormida, sin forma ni anhelo En la vasta quietud, sin tiempo ni suelo Cuando me muero, alucino, mi aura huir Cada regreso me clava el mismo sufrir Entonces tu voz ligera me nombra De pronto respiro paisajes y mares Y en ese instante, tan puro y sutil Despierto contigo y aprendo a vivir