Son esos días en que una botella vacía es
Una brújula señalando el norte a los que
Esperan llegar al aeropuerto de la intuición
Son esas tardes en las que el amanecer es
Un sueño lejano, y el alba un viaje sin retorno
Donde colisionan respiración y presentimientos
Son esas noches donde llueven cicatrices extranjeras
Se besan al azar fotografías y
Se recuentan las sílabas de los estremecimientos
Son esas semanas de envenenar sombras
De disolver en el aire lo incomprensible
De apostar a cara o ceca con monedas de cartón
En lugar de ondear banderas, hay quien prefiere
Capturar relámpagos en un block cuadriculado
Son esos octavarios que resplandecen como balas
Que se desangran en ríos de inútiles verdades
En el disímil territorio de las pesadillas previsibles
Son esos meses de hacendar carcajadas de
Cabellos perfumados, de guardar decímetros de
Dicha para tiempos menos esbeltos
Son esos trimestres de mañanas afiladas por
Ambos lados, donde un campanario exhibe suturas
Como límites, obsequio de los siglos de los siglos
Son esos años de argumentos filosóficos más
Confusos que socráticos, de expropiar el lenguaje
Que predica caminos alternativos a la devastación
Hay quien prefiere aluzar el fondo del espejo
Con el opaco brillo de un corazón de barro
Son esos lustros en que unas hileras
Mal acomodadas de entusiasmo son
Lo único que nos pertenece en este mundo
Son esos septenios donde los perros
Ladran fascículos coleccionables, de damajuanas
Abarrotadas de medallas de oro falsificadas
Son esos decenios en los que el destino
Derrama melodías, donde la caligrafía de las
Emociones escupe letras hambrientas
Son esos quindenios de volver sobre el álbum
De siempre, de asentirle a las imágenes
De regalar sonrisas tibias en forma de ladrillo
Hay quien prefiere naufragar en un espejismo
Teñido de un decoro con faltas de ortografía
Son esos decalustros, crisantemos pisoteados por
Agrónomos borrachos, recital de eventualidades
Desnudas, ojos de cíclope, manos de odontólogo
Son esos siglos de soñar con golondrinas
Sin verano sobre renglones arqueados, saboreando
El filo del helado corazón de los puñales
Son esos milenios de sabernos espectadores
Desplumar altercados prehistóricos y diurnos, de
Ansiar tapar el cielo con paladas de somníferos
Son esas eternidades de escupir uvas y
Salvoconductos, de llegar hasta el fondo de la
Cancha y tirar un centro repleto de demagogia
Hay quien prefiere colgar un reloj en el margen
Derecho del resplandor de una ciudad sin tiempo