Introducción: A
(A)
Cuando jui para la Pampa 
llevaba mi corazón 
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contento como un chirigüe,
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pero allá se me murió.
Primero perdí las plumas
y luego perdí la voz.
Y arriba quemando el sol. 
(A)
Cuando vide los mineros 
dentro de su habitación, 
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me dije: «mejor habita 
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en su concha el caracol, 
o a la sombra de las leyes 
el refinado ladrón». 
Y arriba quemando el sol. 
(A)
Las hileras de casuchas 
frente a frente, sí, señor; 
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las hileras de mujeres 
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frente al único pilón, 
cada una con su balde
y con su cara de aflicción. 
Y arriba quemando el sol. 
(A)
Fuimos a la pulpería 
para comprar la ración, 
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veinte artículos no cuentan 
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la rebaja de rigor. 
Con la canasta vacía 
volvimos a la pensión. 
Y arriba quemando el sol. 
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«Zona seca de la Pampa», 
escrito en un cartelón. 
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Sin embargo, van y vienen 
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las botellas de licor. 
Claro que no son del pobre, 
contrabando, o qué sé yo. 
Y arriba quemando el sol. 
(A)
Paso por un pueblo muerto, 
se me nubla el corazón, 
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aunque donde habita gente 
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la muerte es mucho mayor. 
Enterraron la justicia 
y enterraron la razón. 
Y arriba quemando el sol. 
(A)
Si alguien dice que yo sueño 
cuentos de ponderación, 
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digo que esto pasa en Chuqui, 
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pero en Santa Juana es peor. 
El minero ya no sabe 
lo que vale su dolor. 
Y arriba quemando el sol. 
(A)
Me volví para Santiago 
sin comprender el color 
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con que pintan la noticia 
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cuando el pobre dice «no». 
Abajo, la noche oscura, 
oro, salitre y carbón. 
Y arriba quemando el sol.